El Guardián del Bosque

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Era una fresca mañana de un cielo azul rutilante, los pájaros trinaban dulces cantos, cuando llegue con mi familia al gran bosque de Chapultepec y de inmediato comencé a jugar.

Después de un rato, disfrutamos de unos ricos bocadillos y cansado de jugar, vi un enorme y viejo árbol: un ahuehuete milenario cuya fresca sombra me invito a recostarme junto a sus gruesas raíces para dormir una siesta.

Una imagen borrosa que se fue haciendo más nítida y junto ella la claridad del murmullo de las hojas al caer al suelo. En un instante percibí una voz estentórea que surgió del árbol. Me sorprendí en un principio, pero con inusitado valor le pregunte: -¿Y tu quien eres?- y él le respondió con voz muy grave -yo soy el guardián del bosque a quien llaman el “Sargento” y he visto muchas cosas desde que crecí, al pie de éste cerro que llaman del “Chapulín”-.

Su aspecto de rugosa corteza destacaba en altura de entre los demás árboles por su corpulencia y grueso tallo. Sus ramas en algunas partes estaban cubiertas de heno y el verdor de sus hojas le daba vida y con pausada voz agregó:

-Desde tiempos inmemoriales me fue conferido por el creador del universo vigilar la puerta de energía que conduce al camino de la luz. La pequeña marca que llevo en uno de mis costados representa a la “lagartija sagrada” que los antiguos llamaban “Cuetzpallin” y me confiere la potestad de la “VOZ-QUE-CUI-DA-EL-BOS-QUE”-.

-Fue aquí donde el gran líder mexica Tenoch y nueve de sus más aguerridos caudillos me solicitaron acceder por la puerta y cruzar el umbral que conduce a la vía cósmica y llegar hasta el corazón de ésta gran nación, donde alcanzaron la visión profética del águila que devora a una serpiente-.

-El águila representa el espíritu indomable del bien y los valores supremos, y la serpiente representa lo terrenal, lo bajo, lo que se arrastra por la superficie y que vierte su veneno mortal-.

-Simboliza también la lucha eterna que llevan dentro todos los hombres y que los distingue de los demás animales. Fue el origen y fundación de la gran Tenochtitlan y del glorioso pueblo azteca-.

-La apertura de la puerta de energía no fue olvidada y en gratitud, fue encomendado su cuidado del bosque sagrado, al gran sabio y poeta Nezahualcóyotl que prodigaba por todo el bosque sus hermosas poesías al enervante perfume de las flores, al zentzontle que es el ave de cuatrocientas voces que alegremente canta en las ramas de los árboles y de su amigo el hombre. En más de una ocasión, ensimismado en sus oraciones le prodigué la frescura de mi sombra-.

-Cuando nació esta nueva nación mexicana el nuevo ejército mexicano utilizó tres garantías para los mexicanos: La Independencia, la religión y la unión. Los colores verde, blanco y el rojo, respectivamente.

-Tiempos terribles acontecieron después, donde estuvo a punto de agonizar ésta gran nación. Provenientes del norte del país, fuerzas extranjeras profanaron este bendito suelo y un puñado de niños ofrendaron sus vidas con decisión y valentía. Uno de ellos, desde lo más alto de un castillo, envuelto en la bandera se arrojó con determinación para evitar que la mancillaran. Su sangre quedó a mis pies, pero su espíritu se elevó por el firmamento, como el águila de Tenoch-.

-Después de un letargo, fui despertado por la dulce voz de la Reina de México, la propia encarnación de Citlalmina, la mujer dormida, que volvió a cruzar el umbral para arengar y despertar la conciencia de miles de jóvenes que hicieron posible, con la ofrenda de su sangre, los cambios para derrotar a la gran serpiente que aun hoy, herida de muerte se arrastra y destila su veneno...

-Desde entonces, se ha iniciado nuevamente un proceso para que este pueblo despierte y camine por la senda de la iluminación de sus conciencias-.

“Soy- la- Voz-que-cui-da-el-bos-que”

En lo más profundo de mí ser comencé a oír la voz de mi mamá que me decía ¡despierta!, ¡despierta!, -ya es hora de irnos.

Cuando tuve conciencia supe que no había sido un sueño, sino una clara visión del pasado, presente y futuro de México. Casi antes de perder de vista al “Sargento”, me volví para despedirme de él y en una extraña figuración, vi sus ramas mecerse y diciéndome adiós… me sonrió.

FIN

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